Relato contra la violencia de género de Natalia Viñas Yébenes de 1º de bachillerato
En la asignatura de Filosofía, nuestros alumnos están trabajando esta semana distintas actividades sobre la temática de la violencia de género. Han compuesto tanto relatos o microrrelatos de ficción, como manifiestos contra este tipo de violencia. En esta entrada publicamos el relato que ha escrito Natalia Viñas de 1º Bachillerato B. ¡Esperamos que os guste!
El miedo es un sentimiento que no desaparece y
nunca se va del todo, a veces se queda dentro
de ti en el fondo de tu alma como un débil eco,
otras te inundan de tinieblas tu pecho hasta que explota tu alma y de repente,
brotan sin motivo las lágrimas por tus ojos.
Morado, amarillo y rojo eran los colores que
tatuaban el cuerpo de Candela. Se encontraba en frente del espejo, admirando
esas marcas que significaban dolor mientras recordaba esos comentarios de sus
seres queridos advirtiéndole: “no te mereces esto, Candela”, “eso no es amor”,
“si te hace daño llama al 016”. Su madre, que sufría noche y día el encontrar a
su hija muerta en vida, no sabía que podía más hacer ya que le intentaba
transmitir a Candela que no podía seguir en esa situación, con las más rigurosas
palabras que podía utilizar para no causar problemas. De repente, Candela se
acordó de Marta. Recordó aquel día que tanto le apetecía salir, pero él se lo
impidió y Candela se escapó para quedar con su amiga. Marta prestó atención a
esos colores que pintaban los brazos de Candela. No duró ni un segundo en
echarse a llorar, tenía miedo, pero a la vez pensaba que todo se iba a
solucionar, que era un simple tropezón en su “relación”. Poco después de volver
a su casa, esa noche se volvió tan oscura como las espantosas marcas que
cubrían su piel en gran parte del cuerpo. Cicatrices de una guerra que se
estaba dejando ganar.
El recuerdo de Marta hizo que se sacara de su
bolsillo una tarjeta que le había entregado ese mismo día. La dirección de un
centro de ayuda y el número al que podía llamar cuando ella lo necesitara era
la información que contenía. Y era el momento. 016. Cinco minutos bastaron para
que se oyera el sonido de unas llaves, pasos firmes que ella sabía que iba a
desembocar en una turba de golpes, gritos, insultos, humillaciones y
sensaciones que le hacían sentirse como un completo despojo.
-Candela, ¿Dónde estás?...
Aquel hombre que en algún tiempo había sido el
hombre de sus sueños pasaba a ser su peor pesadilla. Porque nadie merecía lo
que ella pasaba a diario, porque tenía miedo, temía de las consecuencias de lo
que podía suponer una denuncia. No salía de su cabeza aquello que él le dijo
una vez que Candela intentó frenar la situación. “Como vayas a la policía estás
muerta, ¿me oyes?”. Fue advertida pero aun así se armó de voluntad, porque
había medios para combatirlo y ella en esos momentos y harta de guardar
silencio iba a recurrir a ellos. 016, 016, 016 se repetía a sí misma todo el
rato mientras las sigilosas, firmes y amenazantes pisadas se iban acercando,
golpetazos acompañados de chillidos e insultos lanzados al aire sin piedad y sin
un porqué. Unos momentos más tarde, por fin se quedó dormido. Con cautela,
Candela se acercó a su teléfono que-además- guardaba él en su mesita de noche.
Era el momento. Era el mismo teléfono que él administraba por si Candela alguna
vez le denunciaba. Pero ya no había marcha atrás. Lo iba a hacer. Marcó los
tres dígitos: 016.
De repente, otro lado del dispositivo móvil una voz
serena la tranquilizó “no te preocupes Candela ahora vamos para allá, no estás
sola”. Minutos más tarde, se encontraba acompañada de un equipo que realmente
podían ayudarle y allí pensó: ya no tendré miedo a tus pisadas, al sonido de
tus llaves, pero sobre todo ya no te tendré miedo a ti, y eso es lo importante.
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